domingo, 26 de febrero de 2012

TARDES CONFUNDIDAS


En un completo desorden aparecen rascándose la cabeza los restos de las tardes anteriores, con cara de sueño y confundidas. No recuerdan nada, se miran pero no entienden qué hacen todas juntas en una misma habitación y con cara de resaca. Jorge entra sin previo aviso, saca a la tarde del jueves y se la lleva sin decir nada, las otras tardes quedan aún mas confundidas y empiezan a sentir miedo, y un poco de vergüenza, algo no está bien, algo muy extraño ha pasado. Ni siquiera en las fiestas de fin de año se habían reunido tantas tardes y menos en un salón tan pequeño.
La tarde del domingo anterior entra al baño y se encuentra con la mañana de mañana. Todo está mal. Empiezan a reconocer los rostros de algunas noches tímidas que Jorge utilizaba para escribir poemas que luego lanzaba por la ventana.
Era claro, estaban casi todas las tardes, una que otra mañana cálida y las noches más tristes de Jorge; estaban todas reunidas y no sabían por qué.
Cada media hora entraba Jorge y se llevaba una docena de ellas, como siempre, sin mirarlas y sin decir nada. Una noche de rumba empezó a especular que Jorge había enloquecido desde que en aquella salida, un amigo le había dado una sustancia muy sospechosa que lo hizo actuar raro por varios días. -Deben ser secuelas- dijo-, y, como las tardes y sobre todo las mañanas eran bastante ingenuas, creyeron la versión de aquella noche, ya que parecía conocer muchas más cosas sobre Jorge que las demás no.
Por la ventana del baño se asomaban a la calle para pedir ayuda y veían a Jorge hablando con muchas personas que hacían fila desde la cuadra anterior, algunos de ellos estaban muy ansiosos, como si esperaran algo con suma urgencia. Jorge trataba de acomodarlos en un orden ya que todos querían estar en primer lugar.
El día seguía transcurriendo y Jorge entraba ya con más frecuencia pero con menos ánimos, se le veía cansado, había entrado y salido unas doscientas veces y se había llevado consigo paquetes enteros, y ya no escogía. A veces en los paquetes que se llevaba iban sólo mañanas o sólo noches y se iba reduciendo el número en la habitación.
Al final del tercer día, a eso de las cinco de la tarde, Jorge entró a la habitación y sin fuerzas ya para caminar, se derrumbó sobre los brazos de la última tarde que quedaba, en la mano empuñaba una hoja de periódico que contaba toda la historia de lo que sucedía, contaba que Jorge un joven poeta una noche había decidido suicidarse, pero una idea mejor se le ocurrió: regalarle al mundo lo más valioso de todo, algo que ni siquiera Dios está dispuesto a regalar: Tiempo. Ese tiempo que había malgastado y que iba a malgastar tirándolo al olvido de la muerte, pero que a otros tanto les serviría para hacer y deshacer los momentos aplazados que no tuvieron lugar. Por eso cuando Jorge regalara la última tarde que quedaba en la habitación, sólo le quedarían las horas restantes de ese mismo día.


Karen Álvarez.

martes, 21 de febrero de 2012

SOY

Soy el sueño de quienes no me han vivido, soy el pasado sin amaneceres retrasados por el paso del tiempo. Un escondite de agujeros, una salida sin puertas cerradas, un camino hecho de sal.
                                         
                                           Karen Álvarez.

domingo, 5 de febrero de 2012

MEMORIA JOVEN

Tal vez vaya arrancándome despacio la tardes llenas de recuerdos infames y vergonzosos, hasta que ya no quede ningún residuo. 
Ansío los ratos llenos de los rosarios que rezaba mi abuela al borde de la cama, desgastada en sueños flotantes y desvaríos de otra época. Días en que la naturaleza se decidía rotundamente por el surrealismo y después de eso cualquier sabor es igual a simple. 
Desde entonces el tiempo se me llenó de arrugas y jamás pudo volver a seguirme el paso.
Inolvidables las gotas de lluvia que pausaban su camino para mirar los rostros de los niños bañados con la sangre de sus padres, llorando por instinto y luego por costumbre.
Las puertas nunca se cerraron para que entrara el aire a llevarse la mugre que otros dejaban como marcas de fuego sobre la piel joven de quienes aun recuerdo.
Aprendí todo lo que necesitaba a una velocidad insignificante, a fuego lento, con quemaduras de tercer grado, y como siempre, llegué tarde a ese preciso momento que le daría sentido al resto de mi vida.

Karen Álvarez.